El gato diabético

La Diabetes Mellitus en el gato es la segunda enfermedad endocrina más frecuente por detrás del hipertiroidismo (del cual hablaré en un futuro no muy lejano). Suele ser de tipo 2 (resistencia a la insulina), asociada a la obesidad. Los gatos machos, de más de 7 años, obesos y castrados son los individuos más predispuestos. Además existe una línea genética de la raza Burmés, que presenta mayor predisposición.

La insulina es una hormona segregada por el páncreas, que regula el metabolismo de la glucosa, ácidos grasos y aminoácidos. Existe una secreción basal constante y otra postprandial. En el caso de la diabetes, esta secreción puede estar disminuida o nula, o puede que los receptores celulares presenten resistencia a la insulina.

Para diagnosticar Diabetes mellitus es esencial que haya un aumento de la concentración de glucosa en sangre, y presencia de glucosa en la orina. Aunque muchas veces los primero que observamos en el gato es que bebe mucho, orina mucho, come mucho pero hay pérdida de peso, y mal aspecto del pelo. Según el avance de la enfermedad, también podemos ver apatía, anorexia, letargia, que no camina bien… La glucosa, al no poder entrar en las células, se acumula en sangre. Esto a su vez provoca que las células demanden energía así que el gato come más pero la insulina no puede introducirla en las células y el organismo lo genera de otra fuente, que suelen se las proteínas y da lugar a pérdida de peso. Además, la glucosa se elimina en orina provocando un desequilibrio en la ósmosis, lo que provoca que orine más y también beba más. Como el gato tiene poca actividad, está apático, no se acicala y presenta mal aspecto del pelo, normalmente con descamación en el dorso.

A parte de los signos clínicos, es necesario hacer pruebas laboratoriales para confirmar la sospecha. En el hemograma se puede ver leucocitosis, normalmente por infecciones secundarias asociadas, como infección de orina o de boca. En la bioquímica, a parte de la evidente hiperglucemia, se suele observar aumento de enzimas hepáticas como la ALT y la FA, e hiperlipemia (aumento de triglicéridos y colesterol) debido al aumento del metabolismo de las grasas. En el urianálisis, además de glucosuria, también se encuentra infección y proteínas. La densidad no tiene porque estar alterada, puede estar alta en el caso de una alta concentración de glusosa, o baja en el caso de infección secundario o enfermedad renal concurrente.

En cuanto al tratamiento, es obvio que hay que administrar insulina. Actualmente existen 2 específicas para veterinaria, de las cuales una es específica para gatos, con una acción similar. Al inyectarla de forma subcutánea, el pH del tejido hace que precipite y se vaya liberando poco a poco a lo largo de horas. La duración puede ser variable pero normalmente se hace 2 aplicaciones al día, separadas 12 horas, y siempre siempre después de que el gato haya comido. Facilita la administración repetida, ir cambiando de derecha-izquierda mañana-noche o viceversa, y de adelante-atrás a lo largo de la semana para no traumatizar siempre el mismo punto. Si el gato no ha comido o ha comido menos, se pincha la mitad de la dosis. La insulina, indepedientemente del tipo que sea, debe almacenarse refrigerada, y antes de pinchar debe agitarse suavemente para mezclar la suspensión. Si se agita con fuerza, lo más probable es que se formen burbujas lo cual dificulta la carga en la jeringa y se podría dar una dosis errónea.

En los gatos es fundamental dar una dieta rica en proteínas y baja en hidratos de carbono, y que estos sean de índice glucémico alto. Es importante que el gato pierda peso en el caso de que tenga sobrepeso, ya que la obesidas es un factor de resistencia a la insulina y, por consiguiente, fracaso en el tratamiento. También ayuda el ejercicio.

Existen varias formas de monitorizar la enfermedad, y algunas de ellas se pueden hacer en casa. En la clínica es indispensable hacer curvas de glucemia periódicas para conocer el efecto de la insulina sobre la glucosa a lo largo de 12 horas, y ajustar dosis e incluso a veces cambiar el tipo de insulina. Consiste en medir la glucosa en sangre antes de pinchar la insulina, y después valorarla cada 2 horas. Así sabemos cuándo empieza a bajar la glucosa, el valor más bajo, y cuánto tiempo está la glucosa en valores aceptables. Permite detectar también el Efecto Somogyi que es un efecto rebote a un exceso de insulina que provoca una caída brusca de glucosa y entonces el organismo para compensar elabora glucosa y esta persiste alta mucho tiempo.

En el hogar, además de reconocer signos, se puede controlar el peso una vez a la semana, controlar la ingestión de agua a lo largo del día, así como la de comida, la cantidad de pis que hace pesando el arenero cada 24 horas. Técnicas más fiables, es hacer tiras de orina en casa para controlar glucosa y cuerpos cetónicos, e incluso hacer curvas de glucemia en casa como se haría en la clínica pero eliminando el estrés asociado de la “bata blanca”.

En los gatos, a veces la diabetes es reversible. Si se diagnostica en etapas iniciales, y se instaura un tratamiento temprano, a veces la células pancreáticas que elaboran la insulina no están del todo dañadas y pueden seguir produciendo insulina aunque esta sea en menor cantidad. Pueden estar hasta un año sin necesitar insulina. Los hipoglucemiantes orales que a veces se administran como alternativa a la insulina, tiene justo el efecto contrario sobre las células. Fuerzan la producción de insulina agotándolas y haciendo al gato diabético insulinodependiente.

En ocasiones, en diabetes mal controladas, se dan 3 situaciones de urgencia que pueden terminar con la vida del gato. Una de ellas en la hipoglucemia, por una administración excesiva de insulina. Se caracteriza por letargia, temblores, convulsiones. Las otras 2 son el efecto contrario, por exceso de glucosa en sangre. La Cetoacidosis diabética es como consecuencia de valores muy altos de glucosa, además se metabolizan muchas proteínas lo que da como resultado muchas cetonas en sangre. Tienen un olor característico a acetona, además de letargo, anorexia, vómitos. Y la otra, muy similar, pero en lugar de cuerpos cetónicos en sangre se produce un desequilibrio en los electrolitos y se la denomina Síndrome hiperosmolar. El tratamiento de las 3 es hospitalario, con fluidoterapia, glucosa, insulina, electrolitos…

Espero haber podido aclarar algunos conceptos, cosas que se explican en la consulta pero que no quedan claras. Si tenéis alguna duda, siempre podéis escribirme.

Hasta la próxima!

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