«Una campesina, mientras iba a trabajar al campo dejaba a un hijo suyo acostado en el trubiecu (cuna). Un día, cuando regresó del campo encontró en el sitio de su hijo un niño muy pelosu. Y la mujer dijo para sí: <Alguna xana llevó el nenu mío y dejó el suyu porque ella non trae llechi y quier que yo-y dé de mamar; pero aunque llore de fame tres meses seguidos la teta mía non la chupa. ¡Non, madiós!>. Al poco tiempo, el niño empezó a llorar fuertemente. Y cuando la xana le oyó, dijo a la mujer: <Amamanta y acuna a ese nenu, bien se conoz que tuyu non-e>. Y viendo que la mujer no le hacía caso, acercóse a ella diciendo: <Toma el tu mocosín y dame el mió pelosín>.»
Esta es la historia del nombre de la clínica. Después de barajar varios otros, de descartar otros cuantos, de pensar en palabras con doble sentido, juegos de palabras, de hacer encuestas en redes sociales… ya por desesperación pensé en nombres de la mitología. ¡Y mira tú por donde, di con una historia que me gustó y con un nombre que representaba a mis pacientes peludos!
En cuanto a la historia de crear la clínica… Supongo que hay personas que tienen iniciativa y que son inconformistas, y otras que buscan la comodidad. Yo pertenezco al primer grupo. Llevo preparándome para esto 10 años. Al principio sin querer, ya que realicé varias bajas de maternidad de veterinarias gerentes, en centros donde estaba sola y recaía sobre mi todo el trabajo de la clínica. Y después, de manera intencionada leyendo libros de administración de clínicas veterinarias, etc. En cada clínica en la que estuve intentaba aportar ideas para crecer (en algunas lo valoraban y en otras caía en saco roto).
En noviembre de 2019 me quedé en paro, y en enero de 2020 inicié los trámites para abrir una clínica veterinaria. Local, arquitecto, contratista, bancos, licencias, equipamiento, material… Fueron largos días de búsqueda y frustración con el estado de alarma por el Covid-19 entre medias. Cuando ya parecía que cogía carrerilla y que estaba todo listo, los contratiempos seguían. Si no era el agua, era la luz, sino las licencias. En fin… supongo que lo típico.
Y ¿qué puedo aportar yo a una sociedad que ya dispone de múltiples clínicas veterinarias? Pues el bienestar animal es mi objetivo. Acercar la medicina veterinaria a todas las familias para que puedan disfrutar de sus mascotas en plenitud y por más tiempo. El bienestar animal (ausencia de dolor, estrés o enfermedad) es el bienestar de la familia. Además, estoy férreamente comprometida con los gatos, con su lenguaje, comportamiento, visión de la vida, patologías, bienestar en casa y en la clínica… el hotel para gatos es la punta del iceberg de un movimiento pro gatos, de una clínica inclusiva para los mininos, de cambiar la visión negativa de, aún, un gran porcentaje de la sociedad hacia los michis.
Espero veros pronto y que compartamos valores. Hasta pronto Pelosinos!!!